El amor y la ridiculez están tan íntimamente ligados que simplemente no lo soporto. Son algo así como los ejes irrevocables de mi desasosiego vital; en otras palabras, vienen en pack y eso me jode soberanamente. Hasta que consiga reírme de mi pasado enamoradizo, pasaré largas horas reflexivas torturándome por lo imbécil que fui y parecí en aquellos tiempos bochornosos. Y mientras no consiga querer mi yo ridículo, la discreta pero triste soledad será protagonista en cada uno de mis días.
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