martes, 18 de septiembre de 2012

The art of filling AND letting fill


(A mí)

¿Cuándo vas a entender que una conversación está hecha de silencios?
Dejá de empecinarte en acercarte al otro a través de la exactitud de las palabras: esto sólo vuelve más opacos los diálogos, y así, las relaciones.
Vos, romántica, de espíritu afín a las explicaciones cósmicas -pero sobre todo a la belleza que en ellas reside-, ¿cómo pensás crear esos simulacros de extraordinaria efectividad, si no es a partir de los intersticios…? ¿De los momentos en suspenso, de las incompletudes? ¿De la inquietud provocada en el otro a partir de la posibilidad de no respuesta, de una ausencia provisoria cuyas causas le son a éste inaprensibles?
¿Cuándo vas a comprenderlo, esta vez desde tu lado?
Esos silencios son la materia de los sentimientos, o más bien de las relaciones significativas -esas que se imprimen sobre nosotros con una intensidad que no parece ser de este mundo-: es esa materia vacía, que no es más que un condicional infinito –si no me contesta, ¿por qué será? ¿Estará pensando en…? ¿o…?-, donde las conjeturas se vuelven el contenido, igual de infinito y de increíble potencia -con un alcance tan grande como lo definan los múltiples ánimos del sujeto en cuestión-, lo que nos hace desear, sufrir, desear de vuelta y sufrir otra vez, de a dosis cuidadosamente reguladas y alternadas; y, mientras, pensar a la otra persona en un plano tanto menos terrenal, tanto más elevado y placentero.

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