jueves, 30 de septiembre de 2010

Hablemos de mí

En base a una serie de respuestas, www.ipersonic.es dice que yo soy una pensadora innovadora. También dice que "El pensador innovador es una persona encantadora y calurosa. Es entusiasta, enérgica y le encanta tomar el papel protagonista. Le encanta la variedad, tanto en su vida profesional como personal. El pensador innovador afronta constantemente los cambios con su optimismo y su firme creencia en sus propias habilidades; siempre está al tanto de las posibilidades de mejora. Sus excelentes dotes para la comunicación le proporcionan una gran ventaja. Enfoca la vida con curiosidad y franqueza, y domina las situaciones nuevas con un gran talento para la improvisación, y está lleno de recursos. Su tiempo libre se distribuye entre gran cantidad de hobbies; a la mayoría de los pensadores innovadores les encanta trabajar para recopilar tantas impresiones como sea posible. Esta personalidad es imbatible a la hora de descubrir nuevas posibilidades.En su trabajo, el pensador innovador necesita desafíos y tareas siempre diferentes. No puede soportar la rutina y el trabajo demasiado especifico. Le encanta sorprender a los demás con sus osadas ideas para un nuevo y original proyecto y luego dejar que otros lo lleven a cabo. Las jerarquías, las normas y las regulaciones despiertan su rechazo y le encanta ser más listo que el sistema. Es vital para él disfrutar de su trabajo; si es el caso rápidamente se convierte en un adicto. Su creatividad crece cuando trabaja de manera independiente; pero es muy bueno motivando y transmitiendo a otros su optimismo natural. Las actividades conceptuales o de asesoramiento le gustan de manera especial al pensador innovador. Puede suceder que alguna gente se sienta confusa debido a su naturaleza flexible y espontánea.Su sociabilidad e iniciativa le asegura al pensador innovador tener siempre un gran círculo de amigos y conocidos en el que la actividad toma un papel importante. Como casi siempre está de buen humor, es un invitado muy popular y siempre bienvenido. Ser gruñón o malhumorado son situaciones totalmente desconocidas para él. Sin embargo, si tiende a ser un poco errático e inestable en cuanto a obligaciones y esto le hace parecer poco fiable para algunos. Es muy crítico y exigente a la hora de escoger pareja porque busca la relación ideal y tiene una idea muy concreta de cómo debe ser. Las metas en la vida son muy importantes para él. No le gusta el compromiso y prefiere permanecer solo. Para la pareja, es a menudo un desafío mantener una relación duradera con un pensador innovador. El pensador innovador necesita mucho espacio y diversidad, pues de otro modo se aburre y se siente oprimido. Los tipos de personalidad más tradicionales suelen tener problemas con la voluntad del pensador innovador por correr riesgos y sus a menudo alocadas y espontáneas acciones. Sin embargo, si uno puede reunir la suficiente flexibilidad y tolerancia, nunca se aburrirá con su presencia y siempre tendrá en él a una pareja leal y fiel." Blah, blah. No menciona lo que me aseguró en el medio del proceso evaluativo: que soy un ser absolutamente intuitivo. En fin, procedo con lo que en verdad quería decir: ¿así que soy un ser intuitivo? Pues mi intuición me pone a analizar mi postura sobre el resultado de este test, y debo decir que cuando evalúo si me refleja realmente me escindo en dos: la que opina intuitivamente que soy la mayoría de esas cosas (digo intuitivamente porque para mí es imposible conocerse a sí mismo) y la que piensa que le gustaría ser la mayoría de esas cosas. Mi lado racional me hace revisar, naturalmente, estas posiciones contradictorias; sin embargo me encuentro con que son ambas válidas, si bien no parecen serlo y tienen el mismo peso. Conmigo no hay vueltas, son todos interrogantes (¿eso me hará interesante?), pero lo que sí apuntaría a una posible respuesta sobre mí es el hecho de querer documentarlo aquí. Que sea lo que sea; confiaré en la palabra de esos psicólogos internautas según lo considere conveniente.

Paz

...No logro delucidar si es que me frecuenta últimamente, que la estoy comprendiendo cada vez mejor o que la necesito más que lo usual, pero sé que este concepto está rondando inusitadamente mis pensamientos -desconceptualizado, claro-, y esto, paradójicamente, me está empezando a perturbar. Es lo que me pasa con la mayoría de las cosas que me pasan -valga más que nunca la redundancia-: percibo su presencia, su necesidad de una salida o de atención urgente, pero sus conexiones con mi persona, sus raíces, permanecen siempre misteriosamente desconocidas por mí. Puede que saber o simplemente acercarme lo suficiente a las razones de ser de estos gritos interiores resuelva -naturalmente, o no- prácticamente todo dilema espiritual y/o existencial que se me presente y, consecuentemente, aliviane mis angustias; puede que me traiga esa paz, casualmente el motivo desestabilizador que me pone a escribir el día de hoy. ¿Casualmente?

domingo, 12 de septiembre de 2010

Conflictuada

El amor y la ridiculez están tan íntimamente ligados que simplemente no lo soporto. Son algo así como los ejes irrevocables de mi desasosiego vital; en otras palabras, vienen en pack y eso me jode soberanamente. Hasta que consiga reírme de mi pasado enamoradizo, pasaré largas horas reflexivas torturándome por lo imbécil que fui y parecí en aquellos tiempos bochornosos. Y mientras no consiga querer mi yo ridículo, la discreta pero triste soledad será protagonista en cada uno de mis días.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Cuestión de compatibilidad

Hay films y films. No importa cuán buenas sean, ciertas películas simplemente parecen no ser compatibles con cierto espectador, porque por alguna razón se rehúsan a ser parte de él. A pesar del deseo de aprehenderlas, de incorporarlas, de que nos inunden las venas, parecen escaparse de nuestras entrañas; y cuando queremos evocarlas, nuestro recuerdo no nos ofrece más que una imagen imprecisa y -con suerte- la figuración de uno o dos personajes y algún que otro fragmento de la trama.

Justamente eso me pasa con Pulp fiction: no importa cuántas veces la vea, nunca la lograré asimilar. La habré visto unas tres veces con detenimiento, en mi afán cinéfilo por devorarme esos clásicos con fruición; y aún así cometí la bestialidad de (1) dudar de la muerte del personaje de John Travolta momentos después de ver el film y (2) comentar que 'al igual que en Pulp..., en El protegido Bruce Willis y Samuel L. Jackson forman una dupla magnífica', cuando en la primera, si es que aparecen juntos en escena, apenas lo hacen (y la misma duda de esto que se me acaba de presentar ratifica mi punto). ¿Qué es lo que me sucede? ¿Acaso Tarantino excede mi estructura mental y no puedo procesar su obra, o ésta es tan sublime que es normal no poder absorberla propiamente? ¡¿Cuán frustrante debería ser eso?!

Me conformo con pensar que ciertas películas están predestinadas a subsistir de forma borrosa y distorsionada en mi memoria, marcándome imperceptiblemente. La prueba más radical y aliviadora de esto sería ser golpeado por un déjà vu, de esos brutales que me invaden a mí, que involucre algún fotograma perdido de Pulp tan intenso que me dé la conciencia de que -a pesar de lo aparente y contra todos los pronósticos- esta película permanece grabada y es parte de mí. Now that'd be relieving...

lunes, 6 de septiembre de 2010

El predicador de la semana

El último exponente de pseudoidealismo bohemio -y/o anticapitalismo y/o demás clasificaciones intelectualoides, que no por desconocer sus nominaciones me fastidian menos- con el que me enfrenté, resultó ser curiosamente un brasilero; que, según me pareció visumbrar cuando lo conocí, merecía la categorización ideal de etéreo pero lo suficientemente apegado a la tierra... Para mi estupor e infortunio, ha resultado ser algo muy diferente.

La persona en cuestión me hizo perder instantáneamente toda idilia virtual en la que me pudo haber sumergido mientras conversábamos -por msn- sobre trabajo y obligaciones. Vale aclarar que hacía bastante ya que habíamos dejado atrás el tema vocación y elección de carrera, ante lo cual siempre se mostró tan coherente como en la imagen que naturalmente había construido de él cuando nos conocimos. Cuestión, decidí contarle qué había decidido estudiar al fin. Me pregunto por qué, por qué Administración, y mostró cierta sorpresa ya que 'se imaginaba algo más arty de mí' -hasta aquí, su imagen: intacta-. Le expliqué que tenía sentido su planteo, puesto que prácticamente todos mis conocidos pensaban lo mismo, pero que esta decisión era digna del arduo proceso de reflexión por el que pasé y que a falta de vocación, preferí mantener mi lado arty separado de lo laboral; por ejemplo, tener el cine de hobby. A todo esto respondió con una sola frase: It's sad when people surrender. What the fuck?! ¡¿Desde cuándo elegir una profesión que resulta ser más rentable que el arte es... rendirse?! Segunda pregunta: ¿cómo alguien puede asumir tan descabelladamente que las carreras relacionadas con económicas son elegidas sólo por el factor inserción laboral? O mismo con cualquier carrera en esa situación, que suele ser subestimada por esta gentecilla de la misma manera. Tercera, ¡¿en qué mundo paranormal se está abandonando algo cuando no se lo escoge como medio de subsistencia?! Y aún peor, ¿de qué modo no estudiar cine me convierte en una escoge-el-camino-fácil aburguesada?

Para todos aquellos que sostienen esta postura extraordinariamente imbécil: se engañan a ustedes mismos. El idealismo de este tipo es cosa del pasado, que hoy está sencillamente mal comprendida y abordada -con esto quiero decir, ¡ojalá quedaran idealistas auténticos!-. No hablo de consumismo ni facilismo; tampoco de felicidad burguesa. Hablo de una realidad que muchos se rehúsan a aceptar, cuyas intenciones van más allá de su ideología, intentando arrastrar a cuanta alma ingenua se les cruce en el camino. Su hipocresía se les revelará del modo más crudo. Y querido circundante limítrofe, para tu información, tu frasecita cliché aplicaría en todo caso para aquel a quien le apasiona el arte -que definitivamente no es mi caso- y aún así decide ser un frustrado vital por cuestiones materiales -cosa o caso de boludos, que por cierto prácticamente no los hay. It's sad when people surrender... ¡Ese speech formuladito! Recordatorio fehaciente de que absolutamente nada me exacerba tanto como los predicadores.

En fin... He fallado una vez más, pues, en mi autoproclamada habilidad de junar a las personas.

viernes, 3 de septiembre de 2010

The Smiths


Hombre o mujer Shakespeare's sister
Descríbete Unloveable, Half a person
Qué sienten las personas acerca de vos You've got everything now / Accept yourself / Never had no one ever / What difference does it make
Describí tu última relación sentimental The boy with the thorn in his side / I started something I couldn't finish / There is a light that never goes out
Describí tu actual relación Asleep / You just haven't earned it yet baby / These things take time / Stretch out and wait
Dónde quisieras estar ahora London
Cómo sos respecto al amor Girlfriend in a coma / I want the one I can't have
Cómo es tu vida Still ill / Nowhere fast / Oscillate wildly
Qué pedirías si tuvieras un solo deseo How soon is now / Paint a vulgar picture / Last night I dreamt that somebody loved me / Please, please, please, let me get what I want
Una frase Barbarism begins at home

jueves, 2 de septiembre de 2010

Working out

He llegado a la conclusión de que ir al gimnasio puede ser tanto una tarea monótona y sistemáticamente aburrida como una experiencia llena de emociones intensas y pensamientos de profundidad inusitada. Que sea lo uno a lo otro depende ciertos factores, como el objetivo que se tiene en mente cuando una ejercita o la situación interna de cada una, pero más que nada –y esto es bastante obvio- depende de cuán agotadora sea la ejercitación, en relación a la tolerancia que ofrezca nuestra preparación física. En fin, decir que las clases de aeróbica a las que voy me ponen a reflexionar es poco. Cuando el pasito me está costando, de pronto me encuentro filosofando conmigo misma; se produce en mí un encadenamiento de pensamientos que parecen tener toda la lógica del mundo cuando no la tienen, y de esto me doy cuenta cuando caigo repentinamente en que estoy repasando en mi mente una y otra vez el porqué del color de las paredes del gimnasio, o por qué demonios ese día elegí ese modelo de zapatillas y no otro. Aquí estos pensamientos pierden toda calidad de pasajeros, volviéndose incógnitas de carácter filosófico: hilo finísimo en sus razones de ser, y la falta de respuestas me torturan incesantemente. Es bastante evidente que la naturaleza de todo esto radica en un mecanismo de defensa que fabrica mi mente para sobrellevar el esfuerzo físico, que –pareciera- así resulta menos abrumador.

Por ejemplo, cuando el profesor indica cambio de pasito, me pregunto –es preciso dimensionar la seriedad proverbial de esta pregunta- qué se le cruzó por la cabeza precisamente para asignar ese movimiento y no otro, en ese mismo instante; ¿qué tipo de criterios usa para armar las coreografías? No, pero en serio, ¿por qué carajo ese pasito y no otro? ¿¡Qué tiene de malo el otro?! Y ahí ya está, estamos listos, porque la figura de este hombre es la reflexión más problemática de la hora. De qué modo absurdo ha decidido llevar una vida viviendo de estas clases, de este trabajo repetitivo y alienante, sabiendo que la única forma de airearse un poco es romper con la rutina alternando los míseros pasitos, cuyo rol minúsculo en el universo me consume brutalmente cada clase. Y pará, porque sumado a esta realidad agobiante está el hecho de lidiar con la idea de que en cada una de sus clases hay mínimo 30 mentes con un nivel de actividad mental insuperable, rayando la locura, en plenas reflexiones absurdas, con intensidad comparable al éxtasis de cualquier tipo –y, todo esto, producto del esfuerzo físico desgarrador de sus putas clases. ¡¿Cuán perverso es eso?! Entonces, cuando estoy en la cima de la indignación –cuyas razones desconozco e igualmente ignoro- se da vuelta y logro observarle la cara una vez más, más cínica que nunca y potenciada por todas estas incógnitas internas mías, tan endemoniadamente movilizadoras. Y sé que él sabe. Él sabe cuánto añoran esas almas, perdidas en la fruición que les provoca la idea de un cuerpo perfecto, que NO diga ocho más. Él sabe que ocho más significa que mi mente explote, que a su vez la idea de rendirme gane pregnancia y la que lucha mental contra esto potencie aún más la actividad cerebral que me está asfixiando. Que él sea conciente de esta realidad agobiante, que a su vez sucede simultáneamente en varias docenas más de mentes, me resulta simplemente inconcebible. Sólo el hecho de someter a esta gente a una forma de sufrimiento es macabro –porque sí, por más que sea sufrimiento buscado que con constancia y luego de un tiempo será fructífero blah blah blah, sigue siendo sufrimiento por definición, simplemente porque sucede cada clase-. Entonces, ¡¿cómo puede trabajar de esto?!

Así, puntualmente tres veces por semana, me anonadan las contradicciones, me ahogan los dilemas cuya profundidad emocional supera sin duda alguna el to be or not to be shakespeariano. Ahora bien, cuando se nos ordena tirarnos en la colchonetita a hacer cortitos las pulsaciones bajan, supongo; y mi cuerpo se ve progresivamente menos exigido. Es ahí donde reflexiono sobre mis mismas reflexiones e indefectiblemente arribo a todas estas razones. Claro que la intensidad de estos pensamientos, comparada a la de cinco minutos atrás, es prácticamente nula, y el existencialismo se fue junto con el repiqueteo y las sentadillas…