Hay films y films. No importa cuán buenas sean, ciertas películas simplemente parecen no ser compatibles con cierto espectador, porque por alguna razón se rehúsan a ser parte de él. A pesar del deseo de aprehenderlas, de incorporarlas, de que nos inunden las venas, parecen escaparse de nuestras entrañas; y cuando queremos evocarlas, nuestro recuerdo no nos ofrece más que una imagen imprecisa y -con suerte- la figuración de uno o dos personajes y algún que otro fragmento de la trama.
Justamente eso me pasa con Pulp fiction: no importa cuántas veces la vea, nunca la lograré asimilar. La habré visto unas tres veces con detenimiento, en mi afán cinéfilo por devorarme esos clásicos con fruición; y aún así cometí la bestialidad de (1) dudar de la muerte del personaje de John Travolta momentos después de ver el film y (2) comentar que 'al igual que en Pulp..., en El protegido Bruce Willis y Samuel L. Jackson forman una dupla magnífica', cuando en la primera, si es que aparecen juntos en escena, apenas lo hacen (y la misma duda de esto que se me acaba de presentar ratifica mi punto). ¿Qué es lo que me sucede? ¿Acaso Tarantino excede mi estructura mental y no puedo procesar su obra, o ésta es tan sublime que es normal no poder absorberla propiamente? ¡¿Cuán frustrante debería ser eso?!
Me conformo con pensar que ciertas películas están predestinadas a subsistir de forma borrosa y distorsionada en mi memoria, marcándome imperceptiblemente. La prueba más radical y aliviadora de esto sería ser golpeado por un déjà vu, de esos brutales que me invaden a mí, que involucre algún fotograma perdido de Pulp tan intenso que me dé la conciencia de que -a pesar de lo aparente y contra todos los pronósticos- esta película permanece grabada y es parte de mí. Now that'd be relieving...
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